Sobre una inmensa parcela en una urbanización cercana a Madrid y en medio de un entramado de encinas, se dibujan claramente las líneas de esta vivienda proyectada por Juan Antonio Coderch. Este afamado arquitecto catalán, representante del estilo racionalista, consiguió que esta casa de finales de los sesenta se adaptara perfectamente al terreno a partir de ágiles movimientos y desniveles. Para ello, levantó dos plantas con un patio Interior, respetando al máximo las encinas e integrando la naturaleza a través de amplios ventanales. Ecléctica y contemporánea, ha soportado perfectamente el paso de los años y sólo el color de sus fachadas se ha modificado recientemente de blanco a albero. Su decoración actual se debe a los designios y gusto de la propietaria, que ha contado con el asesoramiento de Rosa Bernal a la hora de elegir las telas.
El acceso a la vivienda se realiza por el jardín, donde se encuentra el garaje y una pequeña explanada pavimentada. La puerta principal se abre a un recibidor, que comunica con la cocina y con un distribuidor. Éste está bañado por la luz que penetra de un patio interior, al que se accede a través del comedor colindante y que actúa como epicentro de la casa. Sus paredes se estucaron con polvo de mármol en un cálido color terracota, en consonancia con el mobiliario elegido: en la zona de estar, un banco y un sofá de madera de teca, de Teklassic, y una silla de hierro con figuras de animales, de Becara, cobijados por una sombrilla de loneta, también de Tecklassic; en la zona de comedor, dos mesas camilla vestidas con manteles de Geneviéve Lethu y sillas de madera, de Becara. Por su parte, el comedor está decorado con una mesa y sillería de madera policromada, que descansan sobre una alfombra persa. Desde el distribuidor, un pasillo conduce a los dormitorios y a una escalera que desemboca en el piso superior, donde se encuentran la biblioteca y un dormitorio de invitados con cuarto de baño. En el otro lado del distribuidor, una puerta de dos hojas con tiradores de bronce, realizados por el artista José Onieva -quien diseñó para la casa diferentes modelos-, da paso al salón, que cuenta con dos ambientes y salida al porche. La zona de estar se dispuso en torno a la chimenea, sobre la que destaca un óleo de Lizcano de tema costumbrista. La mesa de centro es un pie en tijereta de pino y correas de cuero, perteneciente a una cama de campaña, a la que se le añadió un cristal. Está rodeada de dos sillones y dos sofás, tapizados en algodón con espiguilla de color vainilla y salpicados de almohadones de seda en tonos teja, gris y ocre. Estas mismas tonalidades se repiten en la zona de tertulia, presidida por un óleo de gran forma to y un sofá tapizado con una seda inglesa en color teja. Las mesas de centro fueron pintadas y estucadas por Estanis Aguilar y, a los lados, se situaron dos mesas camilla vestidas con pañoletas bordadas. Junto a la puerta acristalada que se abre al porche, una mesa isabelina de caoba, sobre la que descansa una escultura de cristal, obra de Béjar, delimita ambas zonas. Como telón de fondo se colgó un magnífico tapiz de tema mitológico, del siglo XVII.
SALVAR EL MURO
Formada en el mundo de las bellas artes y afincada en Barcelona, la artista Penélope Chilvers se ha especializado en pintura mural para la decoración de interiores. Las técnicas en las que trabaja incluyen el acrílico, el collage. el empleo de pan de oro y los diseños de estarcido a partir de plantillas que ella misma crea y utiliza de forma aislada o dibujando grecas. Amante de pintar superficies, ha aplicado también sus colores y motivos sobre otro tipo de materiales, como tejidos, alfombras y cortinas, que una vez que han pasado por sus manos se convierten en piezas únicas. Además de diseños propios, realiza trabajos por encargo, en los que coordina temas y tonalidades a gusto del cliente.
La llegada fiel otoño nos pone un poco melancólicos pero también nos invita a quedarnos en casa. Algunos muebles y objetos elegidos por puro placer nos permitirán disfrutar del cálido ambiente.
El otoño ha llegado pero tampoco hay motivo para venirse abajo. Quedarse en casa no está nada mal después de haber andado zascandileando por la calle, viajando a la costa o a la montaña, saliendo al jardín o viviendo en el campo la época estival. Ahora podemos disfrutar del ambiente interior, incluso más si nos rodeamos de deliciosos muebles y objetos realizados en cálidos materiales, como la madera y la piel. En piel hemos escogido el magnífico sofá Club de la Colección Classic de Matteograssi, tapizado en amarillo, que distribuye Interiors Design (cuesta 3630 €. en 1,49 x 1,02 x 0,83 m); y un bonito marco de fotos mexicano de cuero importado por las Ian (66 €.). La madera es la protagonista de un reloj de pared de cuarzo firmado por Ravarini Castoldi & C (110€. en La Continental) y de los cubiertos de ensalada con sabor étnico (22€. el juego con mango negro y 15€. el de color claro, en Antennae). En su versión colonial, la madera es también la estrella absoluta de la mesa de teca que nos trae de Indonesia Jesús Cadárso, cuyo sobre redondo lleva piezas cuadradas caladas en el centro (722€.); y, en cerezo, con diseño actual y fuerte personalidad, destaca el original mueble contenedor con tiradores de bolita de acero que parece a primera vista una cajonera pero guarda en su interior un armario en el que se puede esconder el televisor (cuesta 507€. y se encuentra en La Continental). Para acabar de saborear la atmósfera que trae el cambio de estación al interior de casa, nos hemos concedido un capricho más: el centro de mesa Arco Iris, realizado con cable eléctrico plastificado de diversos colores y trenzado componiendo una espiral (28€. en Antennae).
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