En la milenaria cultura oriental los elementos de la naturaleza revestían singular importancia a la hora de escoger el lugar donde se construiría una casa y cómo se organizarían en ella las diferentes áreas y mobiliarios para favorecer la circulación de la energía vital (chi) y así propiciar la felicidad y la prosperidad. Es lo que conocemos como “feng-shui“.
Y dentro de esta disciplina las fuentes o manantiales naturales o artificiales tienen singular importancia, pues se supone que el fluir del agua propicia también el fluir de la buena fortuna.
Si bien puedes adquirirlas en tiendas especializadas, también puedes
fabricarlas tú mismo con algo de ingenio y paciencia. Las pequeñas bombas impulsoras del agua se compran fácilmente y son muy económicas. Luego sólo resta liberar la imaginación para tomar un cuenco y colocar en él todos aquellos objetos que nos evoquen la naturaleza y sus sonidos vitales: rocas, plantas acuáticas, figuras de duendes, ángeles o hadas, cristales, etc.
Es preciso que el sonido que provoque la caída del agua sobre los diferentes niveles sea armonioso y agradable. Un sonido muy estridente puede “alterar” las emociones de los habitantes de la casa, mientras que uno demasiado calmo puede resultar en “debilidad” y “apatía”. Con algo de práctica lograrás hallar el sonido ideal para tí y quienes te rodean.
Procura que el agua no se derrame del cuenco y toma la precaución de pintar el interior de éste con pintura impermeabilizante pues de lo contrario podrías arruinar el mueble donde lo coloques. Ahora ¡manos a la obra!
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